La confirmación de que la Casa Blanca designará como terroristas a los cárteles mexicanos del narcotráfico debe modificar toda la relación de seguridad con Estados Unidos y obligará al gobierno de México a cambiar su cuestionada estrategia de seguridad.
La inacción contra los grupos criminales no ha pasado desapercibida por el gobierno de Estados Unidos que, en el inicio de una difícil campaña electoral y con la amenaza del proceso de impeachment contra el presidente Donald Trump, tiene sesenta mil muertos anuales por sobredosis de drogas, sobre todo de fentanilo, que, en su mayoría, provienen de cárteles mexicanos; sumado a lo ocurrido en Culiacán hace más de un mes cuando dejaron en libertad a Ovidio Guzmán, hijo de El Chapo Guzmán, con solicitud de extradición de la Unión Americana; luego el asesinato de tres mujeres y seis niños de la familia LeBarón, todos ellos de nacionalidad estadunidense.
Aunque apenas anuncia Trump la decisión, el tema es añejo, pero el problema se ha ido agudizando mes con mes.
En el actual gobierno no hay relación de intercambio de seguridad e inteligencia seria con Estados Unidos.
Si hay una presión al gobierno federal para cambiar su política migratoria, que obligó al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador a dar un giro de ciento ochenta grados al pasar de la política de puertas abiertas a un fuerte control migratorio, desplazando a cerca de veintisiete mil elementos de la Guardia Nacional a las fronteras norte y sur.
La exigencia de Washington de un cambio en la política de seguridad se veía venir.
Autoridades estadounidenses han advertido que el territorio donde los narcos tienen poder continúa expandiéndose a través de la República mexicana y no se combate.
La designación de cárteles del narcotráfico como grupos terroristas puede permitir que se apliquen medidas drásticas que impidan cualquier trato comercial con quien esté acusado de tener relaciones con organizaciones criminales, pero también permite intervenciones militares contra objetivos específicos designados como terroristas porque los considera peligrosos para su población y para su propia seguridad nacional.
Era un tema que iba a estallar y finalmente lo hizo.
La importancia de la frontera
Estados Unidos trabaja para que terroristas no entren a su país vía aeropuertos y sus puertos, pero además le preocupa que lo hagan vía la inmigración ilegal y es aquí donde le preocupa su frontera con México, donde es vulnerable porque está fuera de su control.
Ahora muchos de los inmigrantes son de centroamérica, sudamérica y Asia y otros países que pueden ser semilleros de terroristas.
Es por esto que Trump y los Estados Unidos le han estado poniendo atención a México y lo seguirán haciendo con una muy activa pero escondida y callada intervención de la CIA, la DEA, en territorio mexicano, con fuertes inversiones.
Ahora la intervención estadounidense no está tan dirigida contra el narcotráfico y los cárteles, sino a identificar riesgos de infiltración terrorista desde México.
Por otro lado, nadie puede ignorar que esta estrategia nacional contraterrorista es también parte de la campaña reeleccionista de Trump, porque si a algo temen los norteamericanos es a los ataques terroristas que les violenten su casa y destruyan su paz.
Es en este último tema, donde entra la especulación y las posibilidades de que el propio gobierno norteamericano arme estrategias que permitan ataques que le convengan electoralmente.
En tanto, México seguirá vulnerable y presionado por su vecino del norte.