De Monterrey y Dallas al corazón del Vaticano: el cardenal Kevin Farrell tiene un papel clave tras la muerte del Papa (video)

De Monterrey y Dallas al corazón del Vaticano: el cardenal Kevin Farrell tiene un papel clave tras la muerte del Papa

En medio del luto por el fallecimiento del Papa Francisco, un nombre poco conocido por muchos ha asumido un rol vital en el Vaticano: el cardenal Kevin Farrell, de 77 años, quien ahora es la máxima autoridad operativa de la Santa Sede durante el periodo de sede vacante.

Como camarlengo, Farrell no será el nuevo Papa ni puede tomar decisiones doctrinales, pero sí tiene la enorme responsabilidad de que todo siga funcionando mientras se elige al sucesor de Francisco. Entre sus primeras acciones estuvo una de las más simbólicas: confirmar la muerte del pontífice en la residencia de Santa Marta, repitiendo su nombre de pila tres veces—“Jorge, Jorge, Jorge”—sin recibir respuesta.

Aunque hoy Farrell se encuentra en el centro de la transición vaticana, su historia tiene raíces profundas en América, y particularmente en Monterrey y Dallas, ciudades que marcaron su camino dentro de la Iglesia.

Nacido en Dublín, Irlanda, en 1947, fue el segundo de cuatro hermanos y desde joven se sintió llamado al sacerdocio. Estudió teología y filosofía en la Universidad de Salamanca y en Roma, pero su primer destino pastoral fue en México, como capellán universitario en Monterrey, donde dejó huella entre estudiantes y comunidades locales.

Después se trasladó a Estados Unidos, integrándose a la arquidiócesis de Washington, donde trabajó con organizaciones caritativas y se ganó reconocimiento por su capacidad de gestión. En 2001 fue nombrado obispo auxiliar de Washington, y en 2007 se convirtió en obispo de Dallas, Texas, diócesis que lideró durante casi una década, consolidando su perfil como pastor eficiente, cercano y políglota, con dominio del español.

Su estilo pragmático, más enfocado en lo organizativo que en lo doctrinal, lo convirtió en un hombre de confianza para el Papa Francisco. En 2016 fue designado prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, y ese mismo año se le concedió el título de cardenal.

Desde entonces, ha ocupado varios puestos clave en el Vaticano: presidente del Comité para Inversiones, del Tribunal Supremo del Estado Vaticano, y de la Comisión para Asuntos Confidenciales. En 2019, Francisco lo eligió camarlengo, el encargado de coordinar todos los procesos que siguen a la muerte de un Papa.

Aunque ha sido un actor discreto, también ha enfrentado polémicas, como su cercanía pasada con el excardenal McCarrick, o la cancelación de un evento de mujeres católicas en 2018. Aun así, su perfil reservado y sin ambiciones personales ha sido clave para su papel actual.

Hoy, Farrell cumple con una labor silenciosa pero crucial: asegurar que la estructura de la Iglesia siga en pie, sellar la residencia papal, custodiar el testamento del Papa y preparar el cónclave, el proceso que definirá el futuro del catolicismo.

De los pasillos del seminario en Monterrey y las oficinas en Dallas, Kevin Farrell ha llegado al momento más importante de su vida eclesiástica. Y lo hace con la misma discreción que lo ha caracterizado siempre.